martes, 13 de marzo de 2018

La eternidad del beso



a Auguste Rodin

El instante del beso no muere.

Nos guió la claridad,
tú eras mañana encendida,
yo el árbol que desteje
sus hojas de silicio.

La arcadia de la curva
que rodea mi cuello fósil,
el ambarino perfil de tu espalda,
la inclinación breve del tronco
hacia el abdomen que acaricia el ensueño,
el labio tan cerca,
tan cerca de una exactitud divina,
el vientre que roza el purpúreo sudor
de un contacto inmortal,
la paloma invisible y arcana,
el latido del mármol,
el bronce y su dureza de eternidad.

Es solo una estatua
y sin embargo cómo siento la espada de su luz,
de su luz.

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