martes, 20 de marzo de 2018

En tu sueño viven los mitos

Naufragué en tu orilla
que es la orilla sur del tiempo.

Una deriva no es la muerte
solo un tránsito
donde la tiniebla escucha el gong del azar
y los murciélagos visitan la quietud
mientras el adiós se conmueve
con las alas aún vivas del ayer.

Recuerdo la fragilidad de la piel
y los ojos blancos del silencio
antes de que sentir fuera un deseo
y las moscas en su huida
recogieran los espasmos de dos seres
que presumían de su gloria y su desdén.

¿Qué buscabas tú,
trompo que gime tras el estertor de un volar sin brújula,
qué buscaba yo y mi ejército de nubes prohibidas
por la luz?

A veces encontrarse dirige los pasos hacia un desliz,
así la palabra común
busca el eje que, como un crisol,
atrape la armonía de los espectros.

Es tan fácil la consunción de los círculos,
alejarse hasta los horizontes lejanos,
encender los ríos,
sacrificar el fulgor de la arena
en cualquier playa perdida,
ir y regresar a través de los puentes milenarios
mientras sucumbe el tiempo
en las viejas calles de una ciudad
cuyo racimo nos viste de ausencia
bajo la infantil plenitud de su llama.

Hay memoria en tus pulgares
y en el iris una almendra de redondez pulida.

Al mirarte te hablo
aunque ya no escuches mi voz,
pero yo sé que en tu sueño viven los mitos
que creamos para que en el tortuoso devenir del mañana
relámpagos invisibles escriban, sobre ti
y sobre mí, una verdad eterna.




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