domingo, 18 de octubre de 2020

Los muertos que soy tienen alas


Guardo en la jaula del tiempo
una multitud de cadáveres.

El niño que admiró al trapecista,
el que coleccionaba cromos multicolores en álbumes perdidos,
el que subía cumbres en una bicicleta amarilla.

Ninguno existe ya.

El adolescente que descubrió la poesía en un libro ajado,
el de la mirada tímida que soñó unos ojos de hembra,
el devorador de films en tardes de lluvia.

El joven solitario
y su sombra
sentado en plazas vacías.

¿Es que ya no están conmigo?

Este hombre que hoy escribe
abre su jaula al recuerdo.

En el ocaso de la edad los epitafios agitan sus alas.

Yo sé que en mi interior el niño,
el adolescente,
el joven
nunca serán del todo cadáveres
mientras la memoria
siga viva.


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