lunes, 25 de noviembre de 2019

La canción heredada

Todos los ejércitos del agua en una lágrima.
Y no la lluvia, ni el manantial, ni la piel húmeda
en un charco de sudor. Tu jersey de espiga
es un mapa sin países. Lo mismo que un recuerdo
se puebla de lunas y él solo rompe en claridad, así tu voz.
Yo dije aquellas palabras en el confín de la sed,
sonaban a escarcha de un abeto frágil. Yo pregunté
porqué el resplandor gime en la cordura del plenilunio
como una avispa de la muerte. En tus rizos el poso
blando de la nube, la raíz albina de los silencios.
A menudo me hablas, hablándote, y yo te espío
tras el perfil con que me imagino en sueños. Te entretienes
sola, las rodillas al aire, faros de carne o títeres
que dibujan tu ayer. Escúchame cuando finjo,
quiéreme porque soy tú en los espejos, susurra
la nostalgia que se desborda en la edad tardía
como una canción heredada que musitas sin fe
bajo el tendido de un jardín sin flores ni luciérnagas.

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