martes, 22 de octubre de 2019

Quizá tú ya pensaste

Quizá tú ya pensaste, alguna vez,
qué significa la luz.

Un rayo se posa en tu nombre y se enciende la luna,
llama la aurora al ventanal y se derrama su aliento
como polen de vida.

En la deidad del sol no hay sombras ausentes,
en el atardecer los paraguas de la noche se abren contra el fulgor
y se acuesta la nube y regresan los pájaros
hacia el nido blanco que relumbra.

Dora la luz los campos vírgenes,
las espigas tempranas elevan sus coronas
como alfanjes purísimos,
en el perfil del cristal muere la ceniza de la luz
ahíta de silencio y de paz.

Vibrante el día de agosto, canícula que ciega el sudor,
éxtasis luminoso en el arenal, cuerpos de bronce
en las acequias del mar.

Pero qué nos regala, entonces, la luz.

Te diré que es la razón por la que existen mis ojos y los tuyos,
el terciopelo suave de su caída
es un don de agua riente,
rompe su cabellera la negritud
como el desnudo de un dios ilumina el perdón.

Yo no sé qué significa la luz,
solo recibo su constancia de madre amante,
su eterna canción de flores altivas,
el eco que en mis párpados deja el fluido invisible de su ardor,
el misterio, sin pausa, que dona
al crear un mundo
en los cimientos de mi corazón.







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