lunes, 28 de octubre de 2019

Mi gato



Lleva en su iris un carámbano de luna.
Si maúlla caen las hojas del peral.
Es grácil su cuerpo peludo, me roza
con la insolencia del adiós en la mirada.
Hay días- o noches- que sube a los tejados
y espera el zureo del palomar como un canto
de alegres difuntos. Ocupa el lugar de mi madre,
igual que ella se amodorra y estira sus patas
de títere sobre el algodón del sofá. Yo lo alimento
con espinas y lúpulo, le doy un rostro y le pido
que me enseñe a caminar en el silencio
con la altivez de los príncipes. Algunas mañanas
se asoma al ventanal con sus ojos grandes,
azules de océano, y finge ser el antiguo dios
de un Egipto enterrado. No le pondré ningún nombre
ni dibujaré la elegancia con que se desliza entre el yeso
y las paredes ajadas. Mi gato no es mi gato,
mi gato sueña con junglas y paraísos perdidos,
no sabe que en esta casa reina como un malhechor
reina en su guarida.

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