sábado, 26 de marzo de 2011

La equivocación

A veces el tiempo nos devuelve el alud como
una pregunta. Siempre creí en un solo tren
perdido en la noche. Nunca en los eclipses
del miedo. Y sin faltarme tú el paisaje dormía
(a mi lado la ciudad reinventada en bosque,
en silencio inmortal o en largas autopistas
sin destino). Era como volver a la piel de
una huella para decir lo que el vacío reclama
tras sus horas de insomnio. Me refugié en
el hábito de los días precoces cuando el sol
es una página por escribir y el deseo se
conmueve con los sueños perdidos de un libro
rojo. Existía ese incendio que nos quema y nos
seduce, existía también el hogar lúgubre de
los hombres sin futuro. Tracé un mapa
de invisibles telarañas, para que el verbo
fuera luz y mi memoria un pedazo de sed,
desnuda y simple. Todavía pienso que
equivoqué mis aceras, que solo envolví
lo que era transparente, líquido, etéreo.
Algo así como mi vida y su noche fugaz.

2 comentarios:

  1. Es precioso, Ramón.
    Después de todo, casi todos tenemos la sensación de habernos equivocado.

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  2. Gracias, Víctor, me alegra que te guste el poema y me alegra verte por aquí. Un abrazo.

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