Como un tronco nunca mutilado o un laberinto
de callejas y niebla. Como las primaveras sin color
que añoran la palpitación de las ventanas. Así
la dulce canción de los días tras la mesa redonda
en el cuadrilátero del amor fraterno. Las niñas
sonríen con su blancura de nácar escondida
en el sueño, los hombres juegan en pasillos
inventados por las lágrimas de la lujuria.
Invaden los espejos el arrebol de las aceras
y en la habitación dormida el niño que fui
espía su ayer de caléndula. Todo es igual
a la luz que se apaga, todo se transforma
en carne para perecer de nuevo y revivir
y anhelar la fruta amarilla de un dios insomne.
Cuando descubrí tu página, no tuve tiempo de decirte cuanto me alegra volver a leerte, sumergirme en tus inmensas imágenes, en la forma tan tuya de hacer poesía Ramón.
ResponderEliminarAquí me tienes de nuevo, ensimismada.
Un abrazo grande.
Mamen.
También es para mi una alegría verte por aqui, Mamen.
ResponderEliminarPD ¿Dónde puedo leerte yo a ti?. Me gustaría disfrutar de nuevo de tu poesía.Un beso grande.