Quizá el refugio de un nido florezca como sol
en las cálidas ausencias del misterio. Un hogar
no se parece a otro, existen llaves y palabras
como meteoros que destrozan labios y laberintos.
¿qué decir de los espejos, ausentes, nigromantes
como pisada de un oso viejo que no conociera su
devenir? Soy joven como una estrella sin hojas.
Soy la mirada tras el candil que espía un sueño.
Es curioso este preguntar de lámparas(fósiles de luz
en los pilares, en las magulladuras de un árbol
que ayer fue piedra y témpano).Y luego tú como
el auxilio o la densidad de una pantera, que ama
la lluvia, que dibuja los trenes con la sombra de
los eclipses. Dime, ¿en qué latitud los pantanos
son joyas amarillas?, ¿dónde la grieta del frenesí
esconde el cansancio de los films que apenas vivimos?
Nada, ni la primavera ni el polen que pervierte
los odios cubrirá tu oasis blanco de desdén y lujuria.
Me gustaban las noches sin rail, los acentos fríos
en un disco sin huella, la memoria de una silaba
junto a la voz ambigua del círculo. Fui pájaro
que anuncia el viento estéril y fui ronda de ojos
inicuos en los orificios de una sed hambrienta.
Aún aguarda mi verbo un portal de lluvia- el
eje que tumba la sin razón y el furor-. Hoy ya
no vigilo tus orillas, los carteles de húmedos
hierros, la voz altiva en unas cejas perfiladas
bajo cañones de sal. Tengo los billetes o la cruz,
tengo los carámbanos del olvido entre el pulgar
y la duda. La esperanza de la desesperanza, un
músculo que vomita días azules. Que son para ti.
Llego y me quedo enganchado a tu voz.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pedro
Gracias, Pedro, por visitar mi blog y dejarme ese amable comentario.Te mando un abrazo y te invito a pasarte por aquí cuando tú quieras.
ResponderEliminarEspléndido poema que leí en Alaire pero que aquí se refuerza con la intimidad del blog.
ResponderEliminarLa verdad es que tus poemas no suelen tener desperdicio.
Un abrazo.
Gracias, Juan, por tu amable comentario. Un abrazo.
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