martes, 2 de agosto de 2022

Mujeres

 

Entonces pensaba que sus rizos eran un sol
y su camisa a rayas un mundo por descubrir.

La adolescencia es un misterio de luz
en los ojos, sin patria, del deseo.

Como un amanecer, así de fugaz fue la herida primera del amor.

Las miradas se tiñen de ilusión y la ilusión es ciega,
los encuentros dejaron su alma en las esquinas,
cines de medianoche, bares de multitud,
la música lentísima y un libro entre las manos:
el Don Juan de Gonzalo Torrente Ballester.

Los dos amábamos los trenes y el aire salvaje de los diques,
yo soñé con ella y ella soñó que no existía.

En la gran ciudad los semáforos parpadean eternamente,
el color de la luz es distinto-gris metal-,
aún recuerdo el óvalo infantil de su cara
y aquel traje de buzo
que acentuaba los meandros de su cuerpo.

Solo tú sigues junto a mí
porque aúnas la risa adolescente,
los sueños cumplidos y la edad invicta de la estatua.

Solo tú me hablas con todos mis pretéritos en la boca,
solo tú consientes que sea otro el que te ama.

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