jueves, 4 de agosto de 2022

El hijo

 

Esta composición de piel, huesos, tejidos y sangre
ha nacido de nosotros. Hay rasgos de ti y algunos de mí,
al andar, qué curioso, hinca los pies como temiendo una caída.
Quizá su primera palabra fuera Mati- añorada Mati-, o Lucas
el nombre de aquel gato que murió joven. Se alimentó de ti,
ávidamente, con la fe en el mañana de una cría voraz
que nace, desafiante, al mundo. Pero vivir es otra cosa,
vivir es elevarse combado o firme, el viento nunca cesa
de golpear en tu carne, la sed de los relojes bebe
de la edad hasta nutrir, con paciencia, las agujas
en su equilibrio sempiterno, hasta que solo sientes
que por tu corazón fluye el caudal rumoroso de la perdida,
hasta la niebla que difumina el color, hasta que la ola
ya no vuelve al seno del mar y tus pájaros admiten su vejez,
ocultos tras las plazas. Luis es un tallo fino que sueña,
hay un horizonte virgen en sus manos, un galeón surca
los ríos de su sangre, las alas crecieron en él, el vuelo
espera. Y nosotros por qué aún no percibimos, en el aire,
su estatura, por qué en los cristales solo existe la sombra
del niño que ya no es, hasta cuando el temor en estos corazones
que plantaron la semilla de lo que, en el presente, es un árbol de orgullo.
Hay un hijo que observa, desde el silencio, cómo la vida nos aplasta.

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