martes, 2 de junio de 2020

La calle

Los portales son pequeñas ventanas de insomnio.

Tantos rostros de piedra y cristal,
rótulos envejecidos,
historias sin mapa
que cuelgan de los árboles
como jaulas rotas.

No conozco la sangre ni la ruta que se desvía de la luz,
hay damasco en los cortinajes,
baldosas que crujen,
la voz del viento canta en las esquinas,
la sal llega del mar como espuma tardía,
crece una niebla sin hambre,
pasan mujeres
dejando hollín de cansancio
en las aceras.

La lluvia moja el deseo,
tan constante como una luna estéril,
comercios de azar,
ultramarinos con especias de oriente,
un parking sin coches,
la mercería recatada,
tímida.

Y tú con tus zapatos de felpa en la cola del cine,
y tú, rosa de azul, en un domingo de enaguas,
sumida en el paraíso de un Marlboro sin filtro,
maga de los circuitos que oxidan la luz.

Tengo una nube detrás,
una nube de música y mundos perdidos,
al mirar la calle tu huella resplandece
y somos la nocturnidad que los astros aman
por encima de su latir,
en el corazón de lo oscuro.





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