martes, 27 de diciembre de 2016

Perdido



Dónde la verdad que espera un refugio o una sombra.

Siempre creí ser otro tras este cuerpo
que va después de la duda,
que no piensa en la luz que vaga
como un pájaro fósil.

Siempre al bies del aire,
en los oráculos de la noche
o en los tiovivos de la costumbre.

Qué fácil el paso que persigue un signo
mientras estallan alrededor los ojos sin memoria,
los cánticos de una luna vacía,
las aves sin su piel dormida
olvidada bajo las estrías del deseo.

Hoy las nubes se acuestan en abecedarios rojos,
mi espacio se puebla de un sol barato
cuando ejerzo de abril en un noviembre
oscuro.

Sí,
mi dios es un rebumbio de estaciones sin mar,
una mixtura de países encendidos
por la claridad robada,
la niebla que surca las altas colinas,
los arboles blancos, o la floración del color
como un enigma que brota
bajo la garganta infantil de la tierra.

Es suficiente un segundo de tiempo
en la sinapsis que ignoro
para que un sueño de ángeles
derrote al sinsabor
de la nada.






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