sábado, 14 de noviembre de 2015

Mi rostro

Mi rostro no quiere un ayer. Le basta la ceniza
de los surcos, la escritura que parte de la sien
y no vuelve. Mi rostro confunde el cristal con
la noche, los reflejos con la memoria, la densidad
de un instante con el paso inocuo. Mi rostro
es un árbol caído entre los paisajes del hoy,
la huella que nadie ve en la primavera rota.
Mi rostro no se parece a mi, sus llagas son
oscuras, el resplandor no cabe en su perfil
de hoja. Mi rostro no me pertenece, quien
quiera recordar el equinoccio de un alma
esclarecida que arroje su efímera nieve lejos
del calor de una pausa. Sea pues el sol la luz
que se erige entre los álamos de un río que
se anuncia como latido y sur de un tiempo
inagotable.

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