lunes, 2 de noviembre de 2015

Fragmento de "Un héroe de nuestro tiempo" de Mijail Lérmontov


" El sol ya había comenzado a ocultarse tras las nevadas crestas, cuando entré en el valle de Koishaur. El cochero, un osetio, arreaba incansable los caballos, para ascender antes de que anocheciese al monte de Koishaur, y cantaba a voz en cuello. ¡Hermoso lugar aquel valle! Por todos lados montañas inaccesibles, peñas rojizas, tapizadas de verde hiedra y coronadas por bosquecillos de plátanos; precipicios amarillentos, surcados por arroyadas; allá en lo alto, una dorada franja de nieve, y abajo, abrazándose a un riachuelo sin nombre, que surge tumultuoso de un negro y brumoso desfiladero, se extiende cual cinta de plata el Aragva, brillante como escamosa serpiente.
Al llegar a la falda del monte de Koishaur nos detuvimos junto a una taberna, donde se agolpaban bulliciosos unos veinte georgianos y montañeses; allí cerca había acampado para pernoctar una caravana de camellos. Tuve que alquilar bueyes para subir mi carreta a la maldita montaña, porque ya estábamos en otoño, el camino estaba helado y hasta la cima había unas dos verstas… Así pues, alquilé seis bueyes y contraté a varios osetios. Uno de ellos cargó con mi maleta y los restantes se pusieron a ayudar a los bueyes, aunque su ayuda se limitaba a dar gritos.
Detrás de mi carreta, cuatro bueyes arrastraban otra como si tal cosa, a pesar de que iba cargada hasta arriba. Eso me sorprendió. La seguía su dueño, fumando una pequeña pipa kabarda, montada en plata. Vestía capote de oficial sin charreteras e iba cubierto con un peludo gorro circasiano.
Parecía tener unos cincuenta años; su morena tez denotaba que estaba familiarizado hacía mucho con el sol transcaucasiano, y el prematuramente encanecido bigote no estaba en consonancia ni con la firmeza de su paso ni con su vigoroso aspecto. "

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