jueves, 4 de julio de 2024

El don de la nieve

Esparce las semillas por el surco como si esparciera

el don de la nieve, las manos recias, ajadas, manos

de labrador ancestral, manos que también lucen surcos

que son cicatrices de gratitud al sol, al agua, a la tierra,

a la lluvia que invoca cada día a través de la oración

-concédenos, señor...- que aprendió desde su más

tierna infancia, es un hombre humilde, casi anciano,

con los dedos heridos por la artrosis, mas él continúa

con la siembra, sin el moderno regadío de las grandes

plantaciones, sin el tractor que hiende el corazón de la tierra,

solo con el arado y la azada que heredó de su padre y este

de su abuelo y su abuelo de... Conserva la fe, no ignora

que un día, más o menos próximo, del surco brotará el tallo,

del tallo las verdes hojas, de la raíz el fruto, y del fruto

la semilla que otra vez esparcirán su manos como si

esparciera sobre la piel de un sueño el don de la nieve.


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