jueves, 4 de julio de 2024

El don de la nieve

Esparce las semillas por el surco como si esparciera

el don de la nieve, las manos recias, ajadas, manos

de labrador ancestral, manos que también lucen surcos

que son cicatrices de gratitud al sol, al agua, a la tierra,

a la lluvia que invoca cada día a través de la oración

-concédenos, señor...- que aprendió desde su más

tierna infancia, es un hombre humilde, casi anciano,

con los dedos heridos por la artrosis, mas él continúa

con la siembra, sin el moderno regadío de las grandes

plantaciones, sin el tractor que hiende el corazón de la tierra,

solo con el arado y la azada que heredó de su padre y este

de su abuelo y su abuelo de... Conserva la fe, no ignora

que un día, más o menos próximo, del surco brotará el tallo,

del tallo las verdes hojas, de la raíz el fruto, y del fruto

la semilla que otra vez esparcirán su manos como si

esparciera sobre la piel de un sueño el don de la nieve.


miércoles, 3 de julio de 2024

Abre la ventana

Que entren los pájaros del día con sus alas de claridad,

que entren la luna y el cielo azul, la mañana y la noche,

la espuma del mar y el aroma de los pinos.



Que entre tu cuerpo como lluvia,

que entren las nubes y los rayos del sol

cuando escampa la tormenta,

que entren la luz, las sombras, los recuerdos...

que entre, sobre todo, la vida.

martes, 2 de julio de 2024

El beso de Narciso

Como de nácar el rostro que ves en la laguna,

pulida tu piel sin el temblor que el aire provoca

en la corteza del agua, desnudo ante la doblez

nítida que, como lámina de espejo, la superficie

colmada devuelve a tu faz de mejillas jóvenes

y frente de marfil, de arrobo contenido tu expresión

antes melancólica, ahora en perpetua metamorfosis

de grata complacencia, inclinado hacia el beso

que reproduce tu imagen, rozando con los labios

la belleza frágil que al posar tu hendidura candente

siembra en el seno parduzco del agua una semilla

de inmortalidad, verás alzarse la flor blanca con su tallo

enhiesto, las letras de tu nombre en sus pétalos altivos.



lunes, 1 de julio de 2024

Voy en un tren

 

En el entrante de la ría el faro enjalbegado de cal

con un coro de gaviotas a su alrededor

ilumina la primera hora del anochecer.


Un hombre solitario sentado en el noray del espigón

cose la red que le dará alimento y vida.


No hay nadie más, tan solo el crepúsculo que llega.


Voy en un tren y lo que está frente a mí es, en realidad,

una fotografía que decora la pared del vagón.


Y, sin embargo, parece que estuviera allí,

que yo fuera ese hombre que con paciencia maternal

remienda los hexágonos de una nasa antigua de pescador.


Solo que yo estoy aquí, sin faro, sin red,

ni más horizonte que la llanura infinita

y un sol, sin mar, que se acuesta entre trigales,

allá, a lo lejos.