A menudo se cruza conmigo entre dos horas
perdidas.
Las tres de la tarde o las once de la
noche, por ejemplo.
Ignoro su profesión, si está casada o
soltera, si tiene perro o gato,
o si es que no tiene a nadie.
Recibo de ella un “buenas tardes”
o un “buenas noches”
o un “buenos días”
a los que yo correspondo.
Jamás usa el ascensor, aunque esté sola.
No le he preguntado por su nombre
ni lo he visto en el buzón del portal.
Lo único que, realmente, conozco de ella
es su ausencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario