Estabas allí como una pérgola sin flor.
Mirando al ocaso te volvías ocaso.
El mar naufragaba en tus ojos,
desnudo y transparente,
igual que una lágrima.
De los pájaros ya no te acuerdas,
aunque los llamaras por sus nombres
como a los amigos más íntimos.
El aire mecía los volantes de tu blusa
mientras un sol pálido
besaba a la noche.
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