jueves, 10 de agosto de 2023

La aldea

 

Es como un jardín que ha florecido

pero que aún guarda escondida su raíz.

 

El río, entre la sombra de los abedules,

corre ágil, con su murmullo de cisne

hacia la boca del mar.

 

El sol de agosto cae limpio y crea un arco de luz,

reflejos de cal, de pizarra y granito, junto a la iglesia

el cementerio es una dentadura con apellidos que se repiten

hasta el infinito como hilos de una red en el lienzo de un pasado

que no acaba de morir.

 

Hay imágenes que, de pronto, vuelven a mí: la bicicleta amarilla

con sus pedales que giran igual que aspas veloces,

los baños en el río, los juegos en la plaza y, a veces, la lluvia

asomando por la colina sur

con su sombrero gris

y sus racimos de agua feraz.

 

Y la voz de la abuela, llamándome,

cuando la noche reina como una diosa.

 

La aldea es un pájaro que trina

la dulce canción de la infancia.

 

Y yo que la escucho desde el presente, sonrío.


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