domingo, 23 de julio de 2023

Una casa en mi mano de niño

 

La pared es un largo espejo de figuras inmóviles.

Molduras donde habitan los rostros que han vivido

en su piel de cálida hembra. La casa está en mi edad

como un faro de la memoria que brillara en el tizón

de los silencios. Juegos no dibujados en las baldosas

de grecas marrones, un teléfono de timbre ágil

sobre la repisa común, el reloj de pajarita con agujas

doradas, pequeños cuadros, oscuros, misteriosos, sin paz.

Duerme mi voz bajo la araña de cristal, las sillas medievales

que nadie ocupa, la cornucopia que jamás recibe la luz del día,

solo los rayos amarillos de la intimidad. Y la música en mis oídos

donde los sueños vuelan sin alas, como arpegios de jabón

entre nubes de futuro, como gotas de lluvia que en vez

de caer se impulsan felices hacia los cielos del azar.

La casa vive en mi mano de niño, mi eterna mano

de niño que se abre a la noche iluminada, fanal

de luz que titila en la cornisa de mis ojos.

 

 

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