miércoles, 10 de noviembre de 2021

Oda al hogar perdido

Yo sé que el espejo
aún guarda mi rostro,
el pasillo mi sombra,
las ventanas la última luz
que declina.

Voces en fuga como pájaros de invierno,
latidos en cruz bajo la mesa camilla,
cigarrillos sin brasa junto a mi tez.

Una familia que trasnocha en el día
con plenilunio en los ojos, el hogar
de los pómulos de plata
y ortigas en la sangre.

Una madriguera que descubre la edad
entre las horas de un reloj parado.

La sinfonía inaudible que derrama en mi memoria
sus vocales rotas.

El ladrido del ángel que, algunas veces, escucho.

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