domingo, 14 de noviembre de 2021

Engañando al espejo

Si te hundes en el azogue, finge.

Hierático,
temeroso,
distraído,
hasta de narciso inútil,
usa el disfraz que quieras.

Que tu espejo no sepa quién eres por dentro,
que solo conozca la apariencia de tu piel en ascuas,
que reverbere la mirada del caimán
al asomarte a su cálida geometría de ósculo invisible.

Que no te engañe el espejo familiar,
tu amigo que no crece,
hay en el revés de la luna más de ti
que en todas las horas confidentes
con esta cornucopia que se apaga en la noche.

Allí donde mi rostro es sombra habita la verdad de la luz.

Detente fíbula de mármol, ante la resurrección del eco,
la plata interroga a mi faz,
son diez coronas de incertidumbre apretando mis sienes,
son las ortigas del platino
batiéndose en el corazón del lienzo acristalado,
debajo del papel gris,
en la mentira de las palabras leídas a la inversa.

Es en la incertidumbre de las manos,
¿cuál?,
derecha o izquierda,
donde el entendimiento del caos pone quietud a mi cuerpo.

Me miraré en su lágrima de cobre
con mis máscaras de ceniza,
así, bajo el resplandor del alba,
yo seré la huida,
la incertidumbre de los perfiles,
la imagen oscura que persistirá en su memoria
al irme.

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