viernes, 1 de mayo de 2020

Entre climas

Resucitar, cuándo, si la llave de la isla no es un unicornio,
el temblor de las Hespérides divide su perfil,
la noche lago sin aguas de faz y lloro,
esta locura del decaimiento,
un lunar en la hora de los mandriles cae de los labios,
leve hilo de saliva que no se ve,
tan permanente como la rosa de Rilke,
pedregal y aliento del humus volcánico,
negro carbunclo, brillo en las hogueras del valle,
diamante fósil en la retina de la iguana,
un verdor en las colinas igual que seno de pájaros
y luz de bosques, tan solo las arenas y su microscópica cintura
bajo mis pies de tallo fibroso y el ángel del volcán
entre el arrullo de las olas
y el drago curtido por el aire desértico.

Pero ya no está en mí el bulbo tropical que selló mi tiempo,
ahora los aviones matan la luz
y a mis ojos vuelve la humedad de la lluvia,
los ríos henchidos, los árboles arracimados en laderas infinitas.
Es mi tierra de peces y altares, leiras minúsculas y toxos amarillentos,
es la península como un yunque que golpea un mar despiadado,
mar de la muerte entre brincos y borrascas eternamente febriles.

El que retorna sueña en su piel los recuerdos de infancia,
allí su perro dálmata, su balón, los sioux,
el tren circular, un cinexin..., y no es él,
porque él ha vivido como si fuera de otro
el romance de los inviernos,
ha llorado por las mujeres que perdió,
ha visto como se alzan las golondrinas
para no volver nunca al patio donde anidaron.

Yo sé que hay ciudades paralelas,
sentimientos únicos que perviven como un faro
en la oscuridad del alma,
sé que las horas guardan en sus intersticios ungüentos de vida;
es suficiente con frotarse como un gato contra las agujas de un reloj
que jamás se para. En el cristal de su redondez
verás tu camino bajo la luz de la historia.

*Drago: árbol milenario
*Leira pequeño terreno de labradío
*Toxo: brezo







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