Sí, porque nadie escuchó esta voz tan limpia, 
la voz del niño que jugaba entre cartones sin saber 
que el tiempo es una  oración inversa, un cartabón 
que no traza lineas blancas, una cruz donde viven 
los juguetes perdidos, el ángel terrestre que maquilla 
su bondad con girasoles prestados por un desliz, 
la alcoba sin mar, el oscuro pálpito de las golondrinas 
cuando sueñan cielos ocres y se abalanzan hacia el desdén, 
casi muertas, como un catafalco vacío o una singladura 
extraña, loca, herida por el recuerdo de no haber sido.
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