domingo, 1 de mayo de 2016

La belleza



Quisiera encontrar su número secreto.

La llave que encendiera en mi toda la luz.

Porque son demasiados los estallidos
y un solo corazón recibe sus cicatrices
de estupor.

Me basta la lágrima de la noche
o la memoria de un cuadro
o los diamantes de un rostro,
o la longeva edad de los edificios
en su ocaso.

La belleza llueve amor con sílabas de arco iris,
la belleza ama la calidez de una piel retratada,
el bronce tardío
que es un beso que nunca termina.

Yo sé que hay algo más allá de mi,
una fuente de amor que no me nombra
y sin embargo me acompaña;
un alud sin ejes,
una verdad que maravilla los otoños
con su flauta de pan y sus guirnaldas rojas.

La belleza es, también, una palabra
que tiene vocación de río,
su caudal ilumina los crepúsculos
como un reflejo en los episodios del día,
lame con su inmadura efigie
los silencios de un iris
que una y otra vez se asombra.

No me importaría descubrir un sol que me amara,
una vida que en su resplandor me diera
un gozo inesperado,
un segundo en el que las espinas de la inmortalidad
me atravesaran con su magia y su gratitud,
con la lucidez insondable del misterio.

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