sábado, 19 de marzo de 2016

Hermanas

Ellas nunca hablaban conmigo de sus viajes.
Se marchaban, sin más, como pájaros sin regreso.
O eso creía yo. Al final siempre volvían, agitadas,
alegres, fascinadas por lugares que yo ni podía concebir.
Y me traían pequeñas cosas: el escarabajo de Egipto,
la cerámica de Méjico, un juego desconocido de algún
país de Asia... Siempre ocurría en verano. Luego me
sentaba frente al mar y evocaba yo lo que entre risas
llenas de felicidad me contaban. Con los años también
hice esos viajes pero nunca sentí como entonces la alegría
del niño que sueña historias fabulosas, que imagina sobre
el poso de las palabras paraísos invencibles, héroes de carne
y hueso entre las manos.

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