En el tránsito de un sol no hallo mi nombre.
Fui espía en las aulas, un pájaro del frío
en la educación rota.
Los hoy son ágrafos o impertinentes o vagones
sin furor en el pulso negro.
Transferir una sola verdad cuesta latidos y penumbra
en los ojos sin paz.
Mi viaje acentuó el eco de las colinas,
el mar dormido en los lunes del solsticio.
Si,
vivir o no vivir,
con las máscaras de ese tiempo
de palomas infinitas
y reconocer al atlante
desde las órbitas del azul.
Los cuerpos ambicionan una serenidad, las venas
simples se acostumbran al calor de los bares,
a la confidencia vespertina, al ácido de un reloj.
Lo peor, quizá, es que detrás de las máscaras de ese tiempo, tampoco hay nada.
ResponderEliminarSalud-os
Probablemente sea así, Armando. Gracias por la visita y un saludo cordial.
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