viernes, 6 de septiembre de 2019

Estás solo, pero eres libre

Hay un alhelí blanco en tu cornisa.

No es el incendio de la luz, ni la voz del pájaro,
es el sigilo de la vida
lo que hoy, sin temor, contemplas.

Tanto asombro al salir del tragaluz,
qué razón te invitó a la noche,
en qué oídos dejarás la canción,
soliloquio azul de tu partida.

Te desnudaste para sentir las alas,
el vientre se alzó como bandera cóncava
hacia el lugar del sol y la lejanía.

Un rumor de río se acodó en la veleta,
el norte silba con címbalos rotos
desde la virginidad que llora en un portal oscuro.

Te has acostumbrado al renacer de los fantasmas,
esperas el clic de una llave,
el murmullo invisible de los gatos,
la pausa de la nube negra, el resplandor de los neones
como si ya no buscaras párpados de níquel
ni en tus ojos un surco de fantasía
encendiera el dominó de tu sexo.

¿Qué es lo que eres?
¿Eres la verdad de las plumas caídas,
un omoplato perdido en la desidia,
los labios de un pez que sorbe el viento de la luz?

¿Hasta cuándo el disfraz bendecido por los cristales,
hasta qué orilla conducirá tu rastro de gaviota,
en qué mar el naufragio de tu doblez
encontrará la brújula que le indique
la eternidad del último aliento?

Se ven relámpagos en tu interior,
las palabras insomnes han poblado los esquifes suicidas,
en la desembocadura de un río celeste
tu madre no habla, tu padre se aleja,
estás solo y ya no hay nadie
que te escuche.

Al fin, eres libre.


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