miércoles, 21 de junio de 2017

Claudio recuerda su vida



“Aequam memento rebus in arduis servare mente”
Horacio

¿Quién es el que me aún ve así? sordo, tartajo, débil como un gorrión
enfebrecido. ¡No, la sibila que anuncia la increíble magnitud
de mi destino!. Ser pato triste entre garzas, calandria muda,
oropel que anuncia una deidad mutilada. Todo eso ya no existe,
mi niñez de bromas y desprecio, mi juventud entre pergaminos
cuando hallaba en la República una justificación a la insensatez,
la lengua y su veneno que acecharon otros soles pues mi virtud
fue la llama breve de un error. La locura en la isla de aquel emperador lascivo,
la otra locura del impredecible dios que no era dios sino cáscara de mortalidad.
Y la noria o el azar que subyugaba la voluntad de compartir con los hombres
lúcidos la imagen aristocrática de un Roma restaurada. “Soy César,
soy la noche en mis adentros”, le hablo a la sombra de ese Agripa
que al fin traicionará mi amistad , “sé fuerte, sé digno, salva al Imperio”
me susurra al oído el omnipotente Augusto desde las orillas del Hades.  
Años y años tratando de salvaguardar la memoria de la civilización,
quise la justicia, me volqué hacia los instintos más puros del pueblo,
amé a una mujer disoluta, lasciva, entregada al placer más estéril
del goce desmedido. Y fui conquistador, como mi padre, como
ese ágil hermano que en las pantanosas tierras de Germania escribió
su leyenda en la profundidad de los bosques, en la barbarie conquistada
por la luz. Mi razón fue Bretaña, la isla de la que Julio César renegó,
los agrestes acantilados que asustaron a Calígula, aquellos hombres
azules que amamantaban duros inviernos. Llega al final esta vida, tú
que nunca fuiste mujer amable manejas desde hace tiempo mi voluntad.
Sospecho que una extraña tormenta de fuego y música asolará al fin
este imperio despiadado. He cumplido, sin quererlo me han adorado
como a un dios, un Vulcano débil, cojo y mortal . Hoy sé que entre
los dioses no sobrevivirá el orgullo, pues somos mármol que la historia
ajará con sus dedos firmes de cariátide cruel.






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