miércoles, 22 de junio de 2016

Aquella casa nuestra

Lo que sobrevive en mí
es una atmósfera, una nube,
un sueño.

Ignoro si fue real el búcaro sin flores,
no sé si la sombra de tu carne
pobló alguna vez aquel espacio
que es herencia, significado y muerte.

Si algún yo perdido se acostó en la alfombra
mientras la magia de un televisor
encendía mis pupilas insomnes.

¿Quién con los años
no se refugia en la evocación de un hogar?

Cada objeto me posee,
el estigma que yace blanco en mi piel
me recuerda la frágil materia que sucumbe.

Si alguna vez vuelvo allí
que la claridad encienda un sol en mi memoria.

Que un dios invisible dibuje toda la insolencia
de unos cuerpos jóvenes que estallan en la noche,
insólitos como la nieve de un verano inútil,
desnudos de sí y de su éxtasis.































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