viernes, 31 de octubre de 2014

El perdón

Eras tú, madre, mi piedad.

Vi tu lejanía, tu voz de diosa,
tu luz ausente.

A un niño hay que colmarlo de días
como si fuera
un ángel de albura.

Regálale un suéter hecho por ti,
una palabra o una mentira que lo calmen,
dale la orgullosa complacencia
de ser rama de tu vientre,
un sol que nacerá fértil.

Mira a tu alrededor,
el vacío se torna negro,
las preguntas lloraron
porque un alud de incomprensibles signos
violó la verdad de una pisada.

Yo te nombro en la melancolia de mis años
cuando un jardín quiere ser tu arbitrio,
tu sed y mi desdicha.

Hay marcas que duelen,
otras se han vuelto cicatriz,
suave tul o ceniza
de un pasado que ignora.

Si pudieras ser
lenta caricia de un oasis yacente,
si en el halo de un recuerdo
se volviera gris la llama de la voluntad
y una mirada,
caleidoscópica, lúcida,
me mostrara tu deseo de salvarme
como si al fin
-por fin-
tú fueras yo.

Entonces, perdonaria tu silencio.

4 comentarios:

  1. Y te leo y me conmueves.

    Te abrazo.

    Los blogs a veces parecen desolados pero es porque no has llegado a otras islas hay que dejar mensajes en botellas para que sepan de tu naufragio y el día que te sepan encontrarán la tuya

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  2. Intentaré visitar otras islas, Sandra. Gracias por la visita y un abrazo.

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  3. Porqué, me pregunto, tienes algo que me acerca a ti,cuando eres un extraño? En tu poesía, a veces, se reflejan situaciones y emociones que comparto. En el colé, un estupendo profesor,me enseñó que era ser un buen escritor. Un gran beso.

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  4. Supongo que esa es la magia de la poesía, conseguir que sensaciones, emociones, vivencias o sentimientos trasciendan más allá de la experiencia individual y se sientan como algo compartido y en cierto modo propio. Te agradezco la visita, Margarita, y el comentario que me dejas. Un beso, amiga.

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