sábado, 16 de marzo de 2013

Fotografía de una celebración


Posa su mano en el adiós.

Las caracolas del tabaco inundan su traje de marinero,
su misal, su metamorfosis.

Ordena los cabellos del cordón, la piel que se desangra
en volantes, atardecida por la edad.

De pronto, la algarabía de las mañanas ociosas, el calor
de un casi verano, los niños que desnudan el árbol
que ya es tiempo y latitud.

El blanco y negro reluce como un dogma, sus tentáculos
son nobles-como resulta noble el gesto de una paloma
que, cautiva, no despliega sus alas-.

En el almidón de las mesas hay círculos extraños
de despedida o de éxtasis.

Veo los abrigos como un sudario o una flor. Veo latir un ojo
que cruza puentes, que se nombra en el azar de un segundo.

La fotografía es ilusión. Sueño y codicia, lujuria que roba
su cicatriz a la herida o al mercurio inexacto del reloj.

En el ovillo de unas cejas no hay sol ni pronombre.

Busca la luz que desoiga el furor como un carruaje
de caballos azules, de caballos azules.



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