sábado, 5 de noviembre de 2011

Vivir en otro lugar para sentir qué

Allí en el abril una sonda de pétalos. Mi avión
como venas amargas o cuerpos que enseñan su raíz
hermafrodita. Ningún columpio. Solo el río, sereno,
torpe como una planicie de hielo y verdad. Vuela
el auto entre jardines y el pensamiento anticipa
su sombra con los dedos alados de la pregunta.
Un hotel de labios perpetuos, sin maquillaje,
sin lobos ni muerte. Pero hay color y un aroma
a pan recién nacido, a soldados cuyo refugio
es la luz de las alfombras. Nadie duda tras
el silencio de las paredes, jamás un oído triste
reconocerá sus lápices, su oración de bienvenida.
Afuera hay un eco de flores albinas y mil soles
sin explorar. Crece mi juventud en el espejo dorado
de los sueños y no hay canción ni buhardilla
ni oscuros alambres que destrocen su artificio.
Todo viaje es una respuesta-te acuerdas del
reloj, esférico, insomne-. Si tú buscas la herida
hallarás la desnuda efigie de los pasos. Cada
ciudad tiene un rostro de inalcanzable sed
y dentro, en el abismo de los minutos viejos,
canta el cisne, rueda la noria.

2 comentarios:

  1. Un placer leerte...tremendo, de verdad, lo que acabo de leer.

    un abrazo

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  2. Gracias, Antonio, por pasarte por aquí y comentar. Un fuerte abrazo

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