Se abre un sol sin persianas ni ayer. Y eres tú quien
pregunta por la claridad y los ojos azules del zafiro.
Fuiste una lágrima sin cielo quizá el equinoccio que
aún duerme en los pétalos de la niñez. Hubo piedra
y metamorfosis, hubo sonrisas en el orgulloso
calendario de los días. Ni el candor, ni la música
ni el ritmo, ni la elipse que viaja ciega de un horizonte
a otro nos recuerdan. ¿Y el rezo, y las caderas que no
encontraron andamios ni fulgor?. Cada día una boca intimida
a la palabra- se oye la raíz del viento en su ordinaria elegía-.
Y yo sin pronunciar la efigie viajo entre lámparas y sueño
con botas perfectas que antes fueron nido, enjambre,
razón.
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