A veces buscas en lo hondo de ti un oasis y solo encuentras la superficie estéril del silencio. Tu palabra flota en un mar sin las islas del abrazo, te desnudas y el corazón vierte su música inaudible como de eco repetido en lo profundo de un cristal donde tu imagen ya no dialoga con el futuro, únicamente lo hace con el pasado, y no te ves en los ojos que acompañan tu presencia, los ojos sin sueño, los ojos extraños como nieve de agosto, los ojos sin paraíso en la lejanía de una contradicción, y te escudas en lo imposible para no sentir la rutina que asola ese páramo sin azar que es un laberinto oscuro dentro de tu alma, allí donde los espejos no reflejan la luz sino el perpetuo latido de la noche, la estólida quietud de una estatua con el perfil inevitable de tu rostro.
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