martes, 2 de septiembre de 2025

Las palabras de amor son claras, las de desamor oscuras

 

Conocimos la palabra clara, aquella desnudez de selva

que unía lo salvaje con el ardor, en los verbos había

lunas redondas de piel carmesí y en los labios el silencio

daba flores como alfiles rojos que nacían juntos al deseo

común de los instintos por cumplir, y era fácil enhebrar

significados porque si tú iniciabas una frase yo proseguía

como si la misma agua naciera de las bocas en manantial

común hasta el coro de las risas o hasta que el dulzor

de la palabra amante se pronunciara a la vez, sin que ni tu voz

ni la mía se oyeran más allá del susurro en una confesión

sin más testigo que nuestros ojos mirándose bajo la luz

clara de la mañana; pero después llegó la palabra oscura,

con el peso de la edad y los residuos del resquemor,

ya no había luz en las bocas ni virginidad en el aliento

que dejó de ser ósmosis de la palabra para ser dos ríos

que no confluyen en el mismo mar, los labios se alejan

y los significados son heridas que nunca cicatrizan porque

las respuestas se hayan escritas en los corazones y cada

latido ya no es puro, arrastra los sedimentos del dolor

sin que ningún filtro logre que volvamos al manantial

donde aún lo virgen transcurre como una historia

que nace al mundo y se forma con palabras parecidas

a las que un vez ya lejana concebimos entre los dos.

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