miércoles, 16 de marzo de 2022

El carnaval de los cuerpos

 

Una paloma crece en el bies de tu mano,

un alambre es tu esqueleto, dúctil,

insomne, como el arlequín bajo el cenit de la luz.

 

Llevas en los bolsillos un tren,

un tren de hojas perennes que viaja al sur

igual que una golondrina fugaz.

 

Compartimos los ecos de la noche,

las gárgaras del ardor entre palabras de humo.

 

Es verdad, somos jóvenes y reímos bajo la lluvia,

sin querer nos elevamos al desnudo

como un cohete de invierno que iluminase las almas oscuras,

que arrojara una lluvia de cometas sobre el silencio,

que ejerciera su piafar de nube escandalosa

y llamara a los corazones iguales,

 a vivir, a estallar en la finitud del día.

 

Carnaval que a todos envuelve,

la llamarada de los cuerpos en un halo invencible de átomos diminutos,

de caracolas de luz, de neón que se vierte en la negrura

como la luciérnaga se entrega a su rama de oro ambiguo.

 

Ven al sol que nunca amanece, porque está en tu iris y muere en él,

se esconde para mí, estrella tímida de las constelaciones

que has inventado, al mirarme, al romper el hielo de la palabra,

al arrojar tus cadenas al pozo del desconocimiento.

 

 

 

 

 

 

 

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