miércoles, 27 de marzo de 2019

Transeúnte

Podría sacar del bolsillo las cosas,
entonces el tacto recibiría en mi piel cien soplos de amistad.

Un verso alucinado,
un bolígrafo donde habita el crepúsculo del viaje,
la burbuja del alcohol que guarda la palabra en el hospicio del trasluz.

Yo quise ser viernes,
no estratagema de oro ni orilla de cal.

Yo quise la transparencia del clímax y sus entresijos
bajo los soportales de la lluvia.

Pero hoy los monstruos visten de nácar
y me hablan como estatuas
que no saben qué decir.

Así es la gloria del transeúnte:
me diluyo en los espejos,
cabalgo calles, espío a las mujeres sin paz,
me asomo a los ríos con el frenesí
de la despedida.

En el penúltimo farol
el amarillo crece hasta mi nombre
y me callo porque la vida se encierra otra vez en su matriz
para dejarme solo ante la sinrazón de los recuerdos.

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