martes, 31 de octubre de 2017

Destronado



El gato está pero no está, su presencia es su ausencia.
El faro azul de su iris y la tronera de una pupila cuneiforme.
¡¡Mira!! ¿hacia dónde, hacia qué el instante de la quietud
antes de la zarpa del salto, después de la caída mullida
de la levedad? Su perfil rodea las ventanas, la sombra
de su lomo acaricia los zócalos de mi casa. Él es la señoría
que yace entre las cenefas del sofá, altivo como un eléctrico
segundo ronronea en un bostezo de eternidad y leche
hasta el memorándum del refugio, hasta las sábanas
donde se envuelve el sacrilegio de este dios, su celo
y su huida tras el maullido del misterio que te deja
y te deja inmóvil en ese lugar que ya no ocupas
ni ocupaste nunca.


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