martes, 27 de septiembre de 2016

El pasajero

Llueve y hace frío.

Lo imposible es un sol en mi desnudez,
una isla blanca.

El tren envejece, transita o no,
viaja en el ayer con exactitud disconforme
mientras las horas, los minutos
no ansían el regreso, solo la luz.

Estoy,
soy
un pedazo de memoria.

Algo que no entiendo me mira como el ángel
que ya conoce el porqué de la aventura
o el perfil imaginado de una cruz en la roca,
el símbolo que nunca ejerce
su condición de añoranza.

Lo cierto es lo incierto
-los grises de la mañana,
un sonido que cubre de aire los maizales,
la yerba azul,
sí, azul,
como tu cielo-.

¿Quién me podrá juzgar desde el metal de un tren,
sin traje, desnudo como un héroe amargo,
mendicante sin quererlo
bajo las pupilas de un reloj que no cesa?

Si aún recuerdo el tránsito es para no desdecir la luz,
si el mar fue un oscuro edén no lo vieron estos ojos,
la latitud de mi vida no exige noches,
solo una claridad que ilumine
y de sentido a mi hoy.

De lo contrario la existencia sería olvido.



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