martes, 5 de enero de 2016

Amor maduro

Así, como las enredaderas que conozco, este hilo
que teje la sombra, la geometría inalcanzable de los
enigmas, el hueco que deja la luz cuando traspasa
el miedo. Te hablo de mi vida, cuando las pisadas
escriben ecos y no hay raíz ni episodios que resuman
lo no escrito. Soy la vértebra que no encontró lugar,
el mar que huye, los palacios que cierran las puertas
al olvido. Pero tu carne llega triste y me emociona su
luz de candil en la madrugada, dulce ser de mis horas.
Y si callo es por no sentir la madurez de tu huella, para
vivir de cara al mañana, sintiéndome yo, o casi o nada.
Todos los arpegios aventuran la noche, mi voz te busca ,
en los jardines perdidos, el relumbre del cristal se esconde
en la infinitud de las copas, mientras el silencio nos enfrenta
a los espejos. Y lo hace para darnos el sol de una sola vez,
como fantasmas que son cómplices del verdor que sufre
en las esquinas de este piso amable que no finge por ti
ni por mi, que nos amplifica como un rastro en la nieve
absurda del tiempo.

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