lunes, 17 de agosto de 2015

Otros mundos

En el salón crecen mundos de aire.

Cada objeto es un país ignoto.

El reloj de pajarita, por ejemplo,
vivió en las montañas de Suiza.

Los platos de porcelana
crean paisajes de jardínes alegres
o lentos ríos de caolín.

La cómoda tiene diez caras amables,
en su frente de cristal
reposa un juego de café veneciano.

La mesa circular nos habla
igual que un tótem familiar;
aún está la máquina Singer,
inútil bajo los ventanales.

Pero los mundos son también de carne,
añoranza de las palabras
en un rondo sin música;
las tardes acostados en las alfombras de Persia
como Aladinos que soñaran
más de mil y una noches.

En el salón los mundos callan
hasta que llega mi sombra a su piel.

Si cierro la puerta los elfos susurran fábulas y mitos.

Al fondo del retrato de mi abuela
se yerguen las torres de un palacio
en Transilvania.



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