sábado, 3 de enero de 2015

El pasajero



Si pudieras contar las baldosas impares,
si una mañana de impaciencia mi cuerpo
no entendiera la marcha uniforme de mis
dias. Si después de la nube o del cansancio
o del hambre no giraran los planetas del deseo;
yo no sabria donde estaria mi luz, en qué suburbio
indomable aterrrizó este barco que añora las islas
infinitas, el mar perdido. Ya no sé si la edad
rompe en murmullos tras los silencios del cristal,
sé que cada dia de cada dia una sombra invita
a las paredes, a las persianas encendidas, al vidrio
múltiple de las caras aviesas a que pronuncie
el misterio de cualquier pensamiento volátil.
Y es que solo soy un pasajero en la mullida niebla,
un huésped del sol que recibe alegre el color de los
lirios o de las prendas que se abren al claror como
flores de un sueño. Y vivo detrás de las mamparas
igual que un destino por descubrir y pienso en
los laberintos de este parque que llora sin saber
que mis pisadas son el rumor de unas alas que
se alejan. Nunca olvidaré la raíz de estas calles
que me llevan rumorosas a la cálida presencia
de la piedra. Bajo un sol improbable mis labios
crecen y son las palabras argumentos que flotan
libres junto a las rejas de este edificio sin memoria.
Me gusta vivir en los intersticios como una lagartija
que huye o un perro que olvido su ser. Siempre
volveré a la luz, siempre a ti o a tu huella, al beso
que la luna ignoró antes de saberse luna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario