viernes, 22 de noviembre de 2013

Un dia en la casa de citas

Esta casa abre su gesto de boca inmensa,
su osario de pájaro
o alguacil.

Dentro, los pasillos escarlatas, los dorados,
la costumbre que imagina los juegos, los dinteles
y las molduras, el sonido monocorde
del teléfono.

Mi música de ángel que vuelve a las llagas del día.

Sordos orificios de automóviles vacíos, el roce
de películas antiguas desde el piso gris de los ojos ausentes...

¿Quién sabrá de las linternas que iluminan los pasos de la estrella,
los sueños de juventud, el movimiento de las caderas que es futuro
y candor?

Luego, la canción gris de la locura, escuchando los trinos
de la sangre que desconocen los espejos del mar.

En el ayer caben sombras y también luces, o llamas de infierno
o magdalenas, o gatos que nunca han existido.

Igual que yo.



2 comentarios:

  1. cuando vuelves a la casa de la infancia o de la juventud, su boca es mucho más pequeña de lo que recuerdas, pero dentro había tanto.... Un saludo. Buen poema.

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  2. Desgraciadamente, Margarita, ya no puedo vivir esas sensaciones. La casa familiar, la casa en el pueblo, incluso los pisos de estudiante ya no los puedo visitar, por unos motivos o por otros. Asi que vivirán tan solo en el recuerdo. Gracias por tu visita y el comentario que me dejas. Un abrazo.

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