domingo, 26 de mayo de 2013

Las razones de Plutón



Arde la luz en el ocaso. Dentro, los espejismos
maduran como la aurora ciega.¿Quién concibió
el signo?. ¿Por qué la metamorfosis me anuda
al fuego y a la melancolía? Mi territorio es sombrío,
latidos de justicia golpean las aguas del marfil. Mi
celador, el viejo carcamal, el neurótico ejemplo
de las arpías, el frío Caronte, mira bien su nostalgia,
no la razón del cobre, ni la sombra que envejece
en la latitud del sepulcro. Mis ríos o mi vientre,
¡venid almas pasajeras a la virtud dormida!. En
los altos escalones tres reyes perviven, majestad
de lienzos, laberinto y tiniebla, oscuros gestos
que juzgarán con sus ojos de libélula.¿Y si fueras
tú la carne que hoy suplica no ser memoria?
En el fiel, el oro pesa como una barca
proscrita. Es mejor la liviandad del inmortal
desnudo, sin inciensos, sin plata ni abejorros
que le recuerden su paso inconmovible o sus
aceras rojas. Poco me importa el destino
de los hombres, no visito los lugares del éxtasis,
sol y apenas sol, frutos, el dulce canto de los niños,
aguas cuyo rumor añoro...Tampoco la prisión,
la armadura o el río en llamas, las lacerantes
antorchas, la procesión de murciélagos, el dolor
y los males como silencio y jazmín. Sólo la
libertad del amor, la necesidad de una caricia
en mi letanía, un nombre, una piel, los juegos
de infancia bajo la túnica de un sortilegio. Tú,
Proserpina, mi lirio angosto, serás la luminosidad
en mis ojos oscuros, la verdad de las caderas,
y a la vez el silbido de la lujuria o las raíces
de la venganza que aún desconoces.




























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