miércoles, 17 de abril de 2013

Vecinos

Se ha borrado la luz de mi crepúsculo, piso el laberinto,
las grecas inflamadas por el silencio, los cuadros
que eternamente sonríen.

La casa me mide, juega con sus abalorios blancos a ser
una pregunta que crece como un violín insomne.

Hay habitantes que son la periferia de la memoria.
Ellos se acercan a las ventanas y sueñan la noche
creyéndose las dudas del hastío.

Yo no sé si los armarios esconden rostros de caimán
o abrigos que olvidaron su himno o quizá mariposas
de abril que han muerto como soles de escarcha.

Estamos aquí los que no reconocemos el pasillo,
los que adivinamos el eclipse de las edades
en las viejas alfombras de Persia.

Suenan los teléfonos como jaulas escondidas,
parpadean los televisores con sus heridas de tiempo
y nosotros ya no esperamos el beso o la realidad
porque más allá de este hogar ambiguo, las dañinas
amapolas mienten al suburbio, al corazón donde tú vives.

Aún busco las caderas de la paloma fugaz, su miedo
ama el iris de un nido que se cierra y se cierra.

Y es que había una historia que contar, vecinos de amable apariencia,
palabras como dientes de sierra en cualquier patio o tragaluz.

Y por fin, la música, el silabeo de los libros o el efímero teclear
de una máquina robada.

Dicen que las arrugas de la vida se posan en los objetos inútiles
(la pluma rota, el Cristo de plata, la torre sin el haz, los imperfectos
escarabajos de la suerte, los ceniceros y su idioma impostor).

Las confesiones miraron en el corazón inerte para que así entendiéramos
la soledad, que no es soledad sino candil que danza.

Aunque tú ya no lo sientas.


2 comentarios:

  1. Que belleza. Como lo antiguo.
    con ese pesar de los años , de
    no comprender la velocidad de
    los cambios . La esencia de lo efímero
    Lo condensas con arte y maestría.

    Mi admiración.

    Mi beso

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  2. Gracias, Sandra, por pasarte por mi blog y dejarme ese bonito comentario. Un beso.

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