viernes, 26 de abril de 2013

Sólo me queda la palabra


Es verdad, quizá podría haber sido distinto.

Yo soy yo como tú eres tú, y no ignoras
que un sólo suceso
ocurre entre dos instantes de tiempo.

Aquel golpe
se refugió en mi devenir para siempre.

Proseguí en el empeño de jugar(¿qué no es un juego,
salvo el dolor?)en los patios del álgebra,
en la memoria de lo intangible,
en el susurro de mi ansia juvenil.

No conocí otra razón que no fuera el discurso
de la inercia, libros desgastados que leí
en plazas solitarias,
el sol como un embrujo,
algunas veces tu estrépito
y el color divagando sobre las losas,
nimbándote de luz.

Fueron trozos de lluvia que desnudaron la piel,
correos que puse a volar
con palabras invisibles,
la muda transición del iris cuando un pensamiento
se ancla en la fe.

En mi habitación el día cambió su vestido,
las voces de la quietud hirieron el pedestal de la música
para que nadie vigilara el tránsito del silencio,
su imperio o su desdén.

¿Cuántos años así, perdido en lo oscuro,
en el miedo o en tu himen
como una cruz despoblada?

De lo más hondo surge la verdad,
entonces la ilusión
es un viaje que deslumbra
y convierte tu vida en licor,
letras o sueño.

Tanto que ya no eliges ser otro
porque deseas un vestigio que te nombre,
más allá del hoy, más allá de ti.

Que dure, mansamente, la palabra.



2 comentarios:

  1. Si a Blas de Otero solamente le quedaba la palabra y nos dejaba con ella en los labios y los puños, tú nos dejas con ella en el corazón del desamor y la nostalgia. Al fin, como al principio, solamente nos quedará la palabra, el logos en el que somos uno y todo.
    Salud.

    Julio G. Alonso

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  2. Gracias,Julio, por tu lectura y amable comentario. Un abrazo.

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