miércoles, 6 de febrero de 2013

La infancia queda atrás

Este camino que ha sido mi camino
es una llaga azul.

Tiembla lo húmedo junto a la estatua de flores.

Mi paso adivina el futuro ciego, la sonora
carcajada del niño libre, el aprendizaje que culmina
en oquedad.

Las persianas son ágiles como el céfiro del sur,
mis sueños han llorado por la multitud de fantasmas
que ya no me asustan, el sonido del reloj en la atmósfera
de sal.

Tu mesa, la mía, el horizonte sin hemisferios, la palabra que huye
del signo, en un rompeolas ágil, taciturno, almibarado.

Perseguir los botines de la duda como un perro
sin fe o un ciempiés de dedos ovales, herido,
múltiple, corrompido por un ajedrez de maldad.

Si algo existe, existe en la niebla de un caparazón inmóvil.
Igual que el nácar en la memoria de un silbido o la astucia
que crece y crece en el adiós.












No hay comentarios:

Publicar un comentario