sábado, 24 de septiembre de 2011

La memoria rota



Llovió el tren su cruz azul. Nuestro equipaje son lunas
o misterios varados en la incertidumbre del aliento. Otra
ciudad como un pálpito y la ilusión infantil de los semáforos
como la cenefa roja de los duendes. Una pregunta en el cálido
azulejo, otra que se disfraza de alelí con sus sílabas neutras.
¿Soy yo la efigie que se rompe o quizá la desventura es un cráter
ambiguo, lleno de películas y fiebre? Tengo cinco dedos de
premura, una voz incansable y el eco de una canción en mi piel
de cisne. Mi juventud voló con alas de fuego y no supo entender
la esquiva cicatriz de los hospitales vacíos. He visto autobuses sin
odio dormir en el escondite de una luz indefensa. He visto la gloria
anudarse en las butacas raídas de un cine de entretiempo. Jugué
a ser héroe como quien marca los números del estío. Pero no hay
suerte más allá de la semilla, del ojo inmaculado que vigila su
sombra.¿oiréis acaso la furia del cristal cuando el licor es
un alce, erguido y múltiple, tan oscuro como un latido?
Conocí la burbuja que destroza tu sed, entendí la gloria infinita
de los plátanos, el orgullo inmemorial de un bulevar que ha roto
sus cadenas de artificio. Salían profetas del gran vientre y era
la luz un pretérito sin ramas, un alcohol sin nubes. Aún guardo
tu cuerpo como el destello fúnebre de esas horas que no vuelven.
En mi memoria los ojos se desnudan como las pupilas negras
del azor.

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